lunes, 16 de noviembre de 2015

Todos con París


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Dioses, justicia, milagros, creencias, valores... motores que han movido a todo ser humano en algún momento de su vida. Desde pequeños nos los enseñan poco a poco y de diversas formas, intentando de esa manera ayudarnos a encontrar el camino que nosotros queremos seguir. Hay muchísimas sendas y cada una de ellas tiene sus ventajas y sus inconvenientes, pero todos acabamos eligiendo una que, de algún modo, ya marcará nuestros pasos en el futuro.

Son muy buenos conceptos que pueden ayudarte a ser una mejor persona porque, da igual la religión o los valores que escojas, al final su único objetivo es hacernos felices y completarnos. Pero esta finalidad muchas veces se ve manchada por la oscuridad que corroe los corazones de unas cuantas personas.

El radicalismo, el extremismo, es el enemigo mortal de las creencias que existen en nuestra sociedad. La gente comienza a ver esos motores como veneno, veneno que puede corromperles en cuanto se dejen llevar por ellos. Es humillante e indignante que todo lo que estamos consiguiendo, toda la tolerancia y la solidaridad que está creciendo en nuestro mundo se vea interrumpida por personas que han perdido el norte, que se creen ángeles de la justicia de unos dioses que estarían muy decepcionados si viesen estos actos tan salvajes que hacen.

¿Justicia? ¿Dicen que buscan justicia? ¿Libertad? ¿Quieren que escuchemos lo que su Dios quiere decir? Me dan ganas de reír sólo de pensarlo. En el mismo momento en el que se pusieron a trazar el fatídico plan que acabaría con cientos de personas en Francia perdieron todo el derecho a ser escuchados. Aunque se crean mensajeros, mártires que acabarán en el cielo por las buenas obras que hacen en nombre de su Señor, lo único que van a conseguir es ser odiados, repudiados incluso por ese santísimo del que están tan enamorados. Ellos siguen siendo humanos, simples humanos que no tienen el derecho de decidir quién puede morir y quien no. La vida es un regalo y, si de verdad se nos ha sido entregada por alguien, tienes que respetar que se nos haya dado, porque por algo lo habrá hecho.

Si se creen que nos asustan, si se creen que con estas sangrientas llamadas de atención van a conseguir su objetivo están muy equivocados.

Nueva York, Madrid, Londres y ahora París. Están jugando con fuego, se están metiendo en un juego peligroso del que no van a salir victoriosos.

Aplaudo a los ciudadanos de París por unirse y seguir con su vida a pesar de la alerta y el peligro de  que haya más bombas por la ciudad, porque esa es la manera de demostrarles que no nos pueden dominar, que vamos a continuar como hasta ahora a pesar de sus amenazas.

Sigamos adelante por todas las víctimas, los heridos, los familiares y los afectados de estos terribles atentados, debemos ser fuertes por ellos, tragarnos el miedo y seguir con nuestra vida para que vean que lo que han hecho solo ha servido para enfurecernos y unirnos aun más.

Todos con París.

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